La sexualidad aún está permeada por mandatos sociales que regulan nuestra relación con el placer. El modelo de sexualidad vigente en nuestra sociedad se centra en el coito heterosexual reproductivo, sin embargo, hay otras formas en las que podemos conocer nuestro cuerpo y disfrutar de momentos íntimos a solas o en compañía.
Nuestro cuerpo nos pertenece y cuando ponemos en práctica esta idea podemos tomar decisiones sobre la forma en que nos relacionamos con otras personas, además de cuestionar las normas sociales para no dejar que nuestra sexualidad quede en manos de otros.
El autoerotismo, como vivencia de la sexualidad con una misma, no se limita a los aspectos físicos, también incluye aspectos emocionales y trata de desmontar el papel protagónico que se la ha asignado a los genitales en el placer sexual. La palabra autoerotismo no es sinónimo de lo que conocemos como masturbación, onanismo o autoestimulación.
A lo largo del tiempo, la sociedad ha definido lo que se considera “normal” en las prácticas sexuales y, generalmente, plantea más restricciones para las mujeres que para los hombres. En consecuencia, llegamos a sentir culpa cuando tocamos nuestro cuerpo o realizamos actividades con la intención explícita de sentir placer al encontrarnos en un contexto que sanciona este tipo de comportamiento.
El autoerotismo también es una práctica de autoconocimiento. El libre ejercicio de nuestra sexualidad y el conocimiento de nuestro propio cuerpo están asociados a nuestra autonomía porque a partir de estos elementos podemos construir mayor confianza en nosotras mismas y reconocer que la compañía de otra persona no es indispensable para tener experiencias placenteras, así cuando las compartamos con alguien más podremos decir con mayor seguridad qué nos gusta y qué no.
Hay que transformar creencias y eliminar culpas para permitirnos vivir una sexualidad más saludable y placentera.
Fuente: Mersié, N. Autoerotismo femenino. Revista Reviradas.